martes, 8 de enero de 2008

lunes, 7 de enero de 2008

Premio World Press Photo 1962: Héctro Rondón Lovera


HÉCTOR RONDÓN LOVERA

Premio World Press Photo 1962- Pulitzer 1963)







Héctor Rondón nació el 25 de noviembre de 1933 en Apure, Municipio Bruzual. Ahí vivió sus primeros 16 años de su vida para luego mudarse a la cuidad de Maracay donde permanecería 5 años. Siempre fue un hombre trabajador, honesto, cabal, educado, muy humilde y dinámico, según comentan sus familiares.

Durante un tiempo fue taxista, trabajó en una empresa de vidrio, fue plomero y jugador de ligas menores de baseball. A los 21 años viaja a los Teques para vivir con su hermana y aquí se encamina como fotógrafo. Dice Ray, su hermano, que a su padre no le gustaba este arte en un principio, pero su cuñado Oswaldo Rodríguez fue quien le inculcó el gusto y la pasión por ella. Le enseñó el arte de la fotografía, el revelado y las técnicas. Aroldo Suárez también jugó un papel primordial en su profesión, de él aprendió fotografía artística y composición.




Ya con mayor experiencia en el uso de la cámara consigue trabajar para el departamento de prensa del Estado Miranda y simultáneamente para el área de fotografía de la antigua PTJ, hoy día conocida como Centro de Investigaciones Científicas Penales y Criminalista (CICPC) A través de un amigo llega al diario La Republica, lugar donde laboraba cuando tomó la foto que lo dio a conocer internacionalmente.

El 2 de junio de 1962 le asignaron cubrir un alzamiento cívico-militar que se producía en la Base Naval de Puerto Cabello contra el gobierno de Rómulo Betancourt. Aquel día Héctor se dirigió en compañía del periodista José Salvador Rojas al lugar de los acontecimientos en busca de la noticia. Nunca imaginaría que este suceso, mejor conocido en la historia como El Porteñazo, cambiaría su vida.

Todo el día hubo tensión en el ambiente - recuerda Ray que le contaba su padre - el país atravesaba un momento difícil pero no esperaba encontrar un escenario de guerra como el que le tocó presenciar. Disparos de ametralladoras, explosiones y bombardeos incesantes enfrentaba a insurrectos de la Marina y civiles pertenecientes al Partido Comunista de Venezuela contra las Fuerzas Armadas. Y ahí se encontraba Héctor Rondón protegido sólo por su cámara Laica, capturando decenas de tomas, arriesgando su vida.



En un lugar donde ni las ambulancias se atrevían a llegar estaba él para hacernos revivir aquel momento cargado de dolor y valentía, de muerte y vida, donde el capellán Luis María Padilla intenta salvar al subteniente Luis Antonio Rivera Sanoja del Batallón Carabobo. Mientras lo alzaba en brazos éste sólo alcanzó a decir "ayúdeme padrecito" antes de ser nuevamente herido por las balas.

Durante los sucesos pasó tres días enteros sin comer nada, sólo agua, totalmente a la intemperie porque debido a la situación del país se bloquearon los accesos viales y no podían recibir ningún tipo de asistencia. Tuvo que esconderse entre los muertos para poder sobrevivir, refugiarse donde podía, resguardarse de las balas que venían de todos lados y esperar a que los acontecimientos pasara". Esto es lo que nadie ve los peligros a los que se exponen los fotoreporteros.

Las fotografías de ese día son el espejo de una masacre donde perdieron la vida 400 personas y aproximadamente 300 resultaron heridas. Los cuerpos amontonados unos encima de otro fueron recogidos después de la tragedia y depositados en fosas comunes.



Pasada la rebelión, Rondón pudo comunicarse con el periódico. No había forma de salir de Puerto Cabello así que logró trasladarse hasta Valencia con medios auxiliares y allí esperó un vehículo de la prensa que lo llevó a Caracas. Al día siguiente su foto además de estar en primera página del diario, se propagó en diversos medios a nivel mundial por la importancia e impacto que tuvo la noticia. La misma foto ganó el premio George Polk por los altos riesgos implicados.


Medios internacionales como The New York Time y la cadena Reuters se interesaron rápidamente en Rondón. También recibió ofertas de trabajos en Holanda. Como corresponsal de guerra presenció diversos enfrentamientos en Latinoamérica. En vida lo invitaron a muchas clases en escuelas de Periodismo para hablar de su experiencia profesional y tuvo la oportunidad de dar clases de fotografía en el Colegio Nacional de Periodista.

El 21 de junio de 1984 fallece Héctor Rondón después de superar el cáncer. La quimioterapia dañó su hígado, y finalmente esto fue lo que produjo su muerte.


FOTOGRAFÍA GANADORA:




La fotografía tomada y ganadora del Premio World Press Photo fue también merecedora del premio Pulitzer en 1963. la influencia que produjo en el mundo fue enorme, y más en Venezuela, ya que era el primer fotógrafo de esa nacionalidad que ganaba el premio. A parit de esta foto numerosos blogs se han abierto en la red para alabar el trabajo de Rondón. Consideran sus fotos una muestra de lo que allí sucedió, forman parte de la historia de Venezuela,de los tantos levantamientos que se producen en los primeros años de la democracia, uno de las más cruentos, mejor conocida como “Porteñazo”.

La imagen del soldado herido que busca protección en el cuerpo del padre Padilla se convierte en un símbolo contra la violencia política de los sesenta.

Análisis de sus fotografías:

Las fotografías de este autor venezola son, en la mayoría, en blanco y negro. Le gusta recoger el día a día de las miserias del país, mostrar al mundo la situación por la que se atraviesa bajo la democracia y bajo el levantamiento militar.

Observando su obra podemos diferenciar dos tipos de fotografías:
aquellas tomadas por su trabajo de reportero de guerra, en las que aparecen fotos más humanas, tomadas en cualquier momento, como una madre con su hijo en una chabola o cuerpos muertos de militares en el suelo.




Y aquellas fotos realizadas para los periódicos, donde aparecen fotografías de momentos destacados en Los Teques, altos cargos dándose la mano o celebridades en actos públicos.



Entre su colección de fotografías debemos destacar aquellas dedicadas a su pueblo natal, Bruzual. Serie de instantáneas tomadas tanto a la iglesia y edificios a medio construir como a los vecinos del lugar en sus quehaceres diarios.





Por último, una serie de rostros en los que Héctor retrara a diferentes personas mostrando sus sentimientos. Curioso modo de recoger lo que sentían los venezolanos con sólo mirarles a los ojos, ya que la mayoría de los retratos únicamente se sientan delante de la cámara, sin posar ni forzar posturas.



Ilustra un artículo II

¿Piensan los jóvenes?

Autor: Jaime Nubiola
Profesor de FilosofíaUniversidad de Navarra
Fecha: 20 de noviembre de 2007

Publicado en: La Gaceta de los Negocios (Madrid)


La impresión prácticamente unánime de quienes convivimos a diario
con jóvenes es que, en su mayor parte, han renunciado a pensar por
su cuenta y riesgo. Por este motivo aspiro a que mis clases sean una
invitación a pensar, aunque no siempre lo consiga. En este sentido,
adopté hace algunos años como lema de mis cursos unas palabras de
Ludwig Wittgenstein en el prólogo de sus Philosophical
Investigations en las que afirmaba que "no querría con mi libro
ahorrarles a otros el pensar, sino, si fuera posible, estimularles
a tener pensamientos propios".
Con toda seguridad este es el permanente ideal de todos los que nos
dedicamos a la enseñanza, al menos en los niveles superiores. Sin
embargo, la experiencia habitual nos muestra que la mayor parte de
los jóvenes no desea tener pensamientos propios, porque están
persuadidos de que eso genera problemas. "Quien piensa se raya"
-dicen en su jerga-, o al menos corre el peligro de rayarse y, por
consiguiente, de distanciarse de los demás. Muchos recuerdan
incluso que en las ocasiones en que se propusieron pensar
experimentaron el sufrimiento o la soledad y están ahora
escarmentados. No merece la pena pensar -vienen a decir- si
requiere tanto esfuerzo, causa angustia y, a fin de cuentas, separa
de los demás. Más vale vivir al día, divertirse lo que uno pueda y ya
está.
En consonancia con esta actitud, el estilo de vida juvenil es
notoriamente superficial y efímero; es enemigo de todo
compromiso. Los jóvenes no quieren pensar porque el pensamiento
-por ejemplo, sobre las graves injusticias que atraviesan nuestra
cultura- exige siempre una respuesta personal, un compromiso que
sólo en contadas ocasiones están dispuestos a asumir. No queda ya
ni rastro de aquellos ingenuos ideales de la revolución
sesentayochista de sus padres y de los mayores de cincuenta
años. "Ni quiero una chaqueta para toda la vida -escribía una valiosa
estudiante de Comunicación en su blog- ni quiero un mueble para
toda la vida, ni nada para toda la vida. Ahora mismo decir toda la
vida me parece decir demasiado. Si esto sólo me pasa a mí, el
problema es mío. Pero si este es un sentimiento generalizado
tenemos un nuevo problema en la sociedad que se refleja en cada
una de nuestras acciones. No queremos compromiso con
absolutamente nada. Consumimos relaciones de calada en calada,
decimos "te quiero" demasiado rápido: la primera discusión y
enseguida la relación ha terminado. Nos da miedo comprometernos,
nos da miedo la responsabilidad de tener que cuidar a alguien de por
vida, por no hablar de querer para toda la vida".
El temor al compromiso de toda una generación que se refugia en la
superficialidad, me parece algo tremendamente peligroso. No puede
menos que venir a la memoria el lúcido análisis de Hannah Arendt
sobre el mal. En una carta de marzo de 1952 a su maestro Karl
Jaspers escribía que "el mal radical tiene que ver de alguna manera
con el hacer que los seres humanos sean superfluos en cuanto seres
humanos". Esto sucede -explicaba Arendt- cuando queda eliminada
toda espontaneidad, cuando los individuos concretos y su capacidad
creativa de pensar resultan superfluos. Superficialidad y
superfluidad -añado yo- vienen a ser en última instancia lo mismo:
quienes desean vivir sólo superficialmente acaban llevando una vida
del todo superflua, una vida que está de más y que, por eso mismo,
resulta a la larga nociva, insatisfactoria e inhumana.
De hecho, puede decirse sin cargar para nada las tintas que la
mayoría de los universitarios de hoy en día se consideran realmente
superfluos tanto en el ámbito intelectual como en un nivel más
personal. No piensan que su papel trascienda mucho más allá de
lograr unos grados académicos para perpetuar quizás el estatus
social de sus progenitores. No les interesa la política, ni leen los
periódicos salvo las crónicas deportivas, los anuncios de
espectáculos y algunos cotilleos. Pensar es peligroso, dicen, y se
conforman con divertirse. Comprometerse es arriesgado y se
conforman en lo afectivo con las relaciones líquidas de las que con
tanto éxito ha escrito Zygmunt Bauman.
Resulta muy peligroso -para cada uno y para la sociedad en general-
que la gente joven en su conjunto haya renunciado puerilmente a
pensar. El que toda una generación no tenga apenas interés alguno
en las cuestiones centrales del bien común, de la justicia, de la paz
social, es muy alarmante. No pensar es realmente peligroso, porque
al final son las modas y las corrientes de opinión difundidas por los
medios de comunicación las que acaban moldeando el estilo de vida
de toda una generación hasta sus menores entresijos. Sabemos bien
que si la libertad no se ejerce día a día, el camino del pensamiento
acaba siendo invadido por la selva, la sinrazón de los poderosos y las
tendencias dominantes en boga.
Pero, ¿qué puede hacerse? Los profesores sabemos bien que no
puede obligarse a nadie a pensar, que nada ni nadie puede sustituir
esa íntima actividad del espíritu humano que tiene tanto de
aventura personal. Lo que sí podemos hacer siempre es empeñarnos
en dar ejemplo, en estimular a nuestros alumnos -como aspiraba
Wittgenstein- a tener pensamientos propios. Podremos hacerlo a
menudo a través de nuestra escucha paciente y, en algunos casos,
invitándoles a escribir. No se trata de malgastar nuestra enseñanza
lamentándonos de la situación de la juventud actual, sino que más
bien hay que hacerse joven para llegar a comprenderles y poder
establecer así un puente afectivo que les estimule a pensar.


miércoles, 19 de diciembre de 2007

viernes, 30 de noviembre de 2007

lunes, 5 de noviembre de 2007

Las Manos De La Amatxi

El 10 de junio de 1973 se celebró en Oiartzun (Guipúzcoa) un homenaje a un bertsolari. A este acto fue invitado Xalbador, el pastor de Urepel (Baja Navarra). Cuando le tocó su turno, se acercó con solemnidad al micrófono. Su figura mostraba a un hombre sereno y rebosante de confianza. Don Juan Mari Lekuona fue el encargado de comunicarle el tema sobre el que debía cantar de un modo improvisado: “Xalbador, éste es tu tema, las manos de la abuela, “amatxiren eskuak”. Tras unos segundos de concentración empezó a cantar con una melodía suave y nostálgica:




Aizu, amona, aspaldian zu etorri zinen mundura,ta zure baitan ibili duzu zonbait-zonbait arrangura;nik ikustean begi xorrotxez zuk duzun esku zimurra,laster mundutik joanen zarela etorzen zeraut beldurra.




Escucha abuela,hace ya mucho tiempo que viniste al mundo,y en tu interior has pasado muchas preocupaciones.Al contemplar con mi fina mirada esas queridas manos arrugadas,me viene un temor de que pronto tendrás que dejar este mundo.




Los oyentes no esperaban esta salida. Mirando a Xalbador podrían asegurar que no es un ejercicio de erudición y rima el de éste buen pastor. En su cara parecía vislumbrarse una añoranza de esa “amatxi”. Xalbador, sin cambiar el gesto grave y profundo de su rostro, canta su segundo bertso:




Beste amatxi asko ikusi izan ditut han-hemenka,Jainkoa, otoi, ez dadiela gaukoan eni mendeka:zure eskuak ez bitza, otoi, behin betiko esteka,semeatxiak hain maite baitu esku horien pereka.




He visto en todo el mundo a otras muchas “amatxis”,Señor, por favor, que me perdonen hoy lo que digo,que tus manos, “amatxi” mía, no se agarroten nunca,pues éste tu nieto tanto ama las caricias de esas manos arrugadas.




Cuando los oyentes todavía no se habían repuesto de la emoción, Xalbador lanzó al aire su tercer bertso:




Ene amatxik mundu guzian ba ote zuen berdinik?Dudatzen nago hardu dukeen nehoiz atseginik;orai eskuak ximurtu zaizko zainak hor dazura urdinik,eta ez dago arritzekoa horrenbeste lan eginik.




Mi “amatxi” en todo el mundo ¿acaso tendría una igual?estoy dudando de que alguna vez hubiese tomado un descanso,ahora se le han envejecido las manos,y sus venas azules las tiene ahí a la vista,no es de extrañar... ¡tanta labor han hecho!




Xalbador con esa mirada suya perdida en el horizonte está viendo a su abuela trabajando, hilando la lana, cuidando la olla en el fuego, meciendo la cuna de su nieto, desgranando las mazorcas de maíz o las cuentas del rosario. Una abuela, con unas manos arrugadas, que fue la memoria de esa comunidad familiar.

recuerdos tan borrosos...

¡tanta labor han hecho!


las cuentas del rosario

las manos de la amatxi


Paseo Por Santo Domingo

Me asustó la idea de fotografíar a personas desconocidas. No estoy acostumbrada a involucrarme en el trabajo de los demás para realizar el mío. Así que puedo comparar la sensación que tenía con las ranitas de este cuento:

"Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de nata. Inmediatamente se dieron cuenta de que se hundían: era imposible nadar o flotar demasiado tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente. Pero era inútil; sólo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse, Sentían que cada vez era más difícil salir a la superficie y respirar.Una de ellas dijo en voz alta: No puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta materia no se puede nadar. Ya que voy a morir, no veo por qué prolongar este sufrimiento. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril.Dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez, siendo literalmente tragada.La otra rana, más persistente o quizá más tozuda se dijo: No hay manera. Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora.Siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar un centímetro, durante horas y horas. Y de pronto, de tanto patalear y batir las ancas, la nata se convirtió en mantequilla.Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente. Desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente."

Pensaréis: ¿qué tiene que ver este cuento con hacer fotos en un mercado? Al principio me sentí como la primera rana, ví que era complicado sacar las fotos, hablar con los tenderos y darles confianza para sacar las mejores fotos. Así que me puse en una esquina a sacar lo que podía...Pero poco a poco vi que no era tan difícil, que solo había que intentarlo y vencer la verúüenza (por no llamarle miedo) Al igual que la segunda rana comencé a utilizar la adversidad para superarme y conseguí hablar con algunos de ellos y sacar las mejores fotos.
Lástima que era tarde y tenían que recoger, por lo que las fotos que más me han gustado (y mejor han salido) han sido estas. Pero he aprendido a que o superamos nuestros miedos y barreras o terminaremos como la primera rana: en el fondo del recipiente.